Cuando un objetivo deportivo está lejos, cuando sentimos que queda mucho tiempo para que se celebre solemos tener muchas ganas de que llegue, sentimos deseo por estar allí, por vivirlo. Sin embargo, cuando la fecha se va acercando, ese deseo, esas ganas, se convierten muchas veces en miedo, en angustia. Esto nos sucede porque sin darnos cuenta empezamos a poner el foco en el resultado, ocupamos nuestra mente con la posibilidad de ganar o perder, olvidándonos que eso, el resultado, no depende de nosotros. De nosotros depende hacer las tareas planteadas para rendir al máximo de nuestras posibilidades. Y sí eso lo conseguimos tendremos más posibilidades de alcanzar nuestro objetivo.
La mejor manera de afrontar una competición es verla como un reto, un desafío, algo que tenemos ganas de que suceda. Nunca como una amenaza.
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